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Como restaurador, cuando comienzo la restauración de un mueble lo primero que hago es valorarlo;

antiguedad, historia, calidad de la madera, qué manos lo fabricaron y, algo muy importante, cómo de unido está el dueño al mueble, qué valor tiene para él o ella.

El siguiente paso es conocer a fondo el mueble; cada detalle, cada tallado, cada ensamblaje, todas y cada una de sus peculiaridades.

Lo desmonto pieza por pieza y lo desnudo con mis manos, con suavidad, con mimo, con ternura, jamás con herramientas eléctricas, todo a mano.

Siento el tacto de la madera, me sumerjo en su energía que me llena y me vacía el alma en cada pasada, en cada curvatura, en cada cicatriz que la vida a dejado en su estructura.

El día que lo veo recuperado mi corazón está pleno y feliz.

No todos los muebles que restauro me hacen sentir, sólo aquellos que cuentan una historia y son especiales por la energía que me transmiten.

 

 

 

 

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AC

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